
El gobernador y el vice atraviesan uno de los momentos más tensos en su relación. La puja por -lo que queda- de la reforma electoral, el ajuste en el Presupuesto legislativo y el empujón a Sandra Figueroa.
Cualquiera hubiese imaginado que el oficialismo tucumano, después de haber logrado una victoria tan contundente el 26 de octubre, comenzaría un camino de armonía y paz interior. Pero no. El peronismo atraviesa, a partir de ese domingo, uno de sus momentos más incómodos. Al menos, en lo que hace a la relación entre Osvaldo Jaldo y Miguel Acevedo.
El gobernador y vicegobernador jamás tuvieron una relación de cercanía. Mucho menos de confianza mutua. La salida de Juan Manzur de la fórmula forjó una convivencia respetuosa e institucional. Incluso, con etapas de mayor cohesión y sintonía. Sin embargo, el armado de la lista de diputados nacionales de este año -en particular el rechazo inicial de Acevedo a encabezar la nómina- deterioró el vínculo y potenció los recelos.
Si bien el disparador de este período de distanciamiento fue el rechazo de Acevedo a su postulación, el punto de quiebre fue el resultado electoral y todo lo que se originó después. En la Casa de Gobierno responsabilizaron al presidente de la Legislatura por los flacos resultados en San Miguel de Tucumán y, además, cuestionan que haya cobijado a dirigentes que -según entienden en el jaldismo- jugaron a media máquina. Entre ellos, nombran a los hermanos Pablo y Gabriel Yedlin o el legislador Christian Rodríguez.
Y cuando aún no se había digerido este pase de facturas, asomó la reforma electoral. Apenas finalizó la votación de diputados, el vicegobernador retomó la iniciativa para modificar las normas que rigen los comicios en Tucumán. Volvió a hablar de reducir los acoples y de aplicar la Boleta Única Electrónica. Organizó reuniones con legisladores propios y ajenos para ir evaluando posiciones y delimitando acciones.
Aceleración y freno
El impulso -unilateral- que exhibió Acevedo generó reacciones inmediatas. Por el despacho de Jaldo desfilaron a principios de semana el ministro del Interior, Darío Monteros; y el presidente subrogante de la Legislatura, Sergio Mansilla. Los dos encabezan la resistencia del “interior” a la reforma electoral. Y, según lo que cuentan en los pasillos oficiales, se lo plantearon directamente al mandatario. Le demandaron que, luego de haber obtenido 530.000 votos en la última elección, resultaba innecesario reinstalar el debate.
También hubo llamados desde números ligados al Poder Ejecutivo a varios de los legisladores del interior, o que tienen vínculos con intendencias, para cuestionarles que hayan participado de esas reuniones con el vicegobernador.
Acevedo escuchó algunas versiones y percibió que algo no estaba bien, por lo que pidió un encuentro con Jaldo. Se reunieron el martes, durante la mañana. De manera oficial se informó que el motivo de la charla fue el proyecto de Presupuesto 2026; algo de eso conversaron. Pero el tema central fue la reforma política. Entre quienes entran y salen del tercer piso de la Legislatura cuentan que el vicegobernador quiso saber qué postura tenía el gobernador sobre los cambios electorales.
Extraño, o cuanto menos curioso, puesto que la necesidad de aplicar modificaciones para que los tucumanos voten de otra manera en 2027 fue la primera bandera que enarboló Jaldo, al comienzo de su gestión. A priori, uno debería inferir que el mandatario estaría de acuerdo. Pero en el primer piso del Palacio Gubernamental piden prudencia antes de acelerar. Una cosa es segura: el oficialismo, al haber instalado la idea de la reforma electoral, pudo quitarle un discurso clásico a la oposición en los primeros dos años de mandato. Vale una aclaración: esta última oración no es una interpretación política, sino un argumento que se repite en la cúpula del poder y que aquí se transcribe para graficar de lo que se habla.
De la gran reforma a la “reformita”
Pero volviendo a la cumbre de la semana, la sensación posterior es que de la gran reforma electoral sólo quedará un puñado de modificaciones. Por ejemplo, no cuaja en el Ejecutivo el entusiasmo de Acevedo por la Boleta Electrónica, así que en el mejor de los casos dentro de dos años podría haber alguna mínima prueba piloto con BUE en un puñado de mesas. Siempre, claro, que las seleccionadas sean aquellas en las que el peronismo no deposita demasiadas expectativas. Lo que se conoce como control de daños.
Tampoco hay que imaginarse que los pupitres en los cuartos oscuros estarán libres de votos. A lo sumo, la reducción de colectoras será equivalente al número de bancas que haya en los concejos deliberantes. Pero ahí también hay resistencia del interior, y sobre todo de referentes a los que Jaldo escucha con atención.
Estos dirigentes plantean que, en sus municipios, necesitan al menos que se duplique los acoples permitidos respecto del número de bancas locales. Por ejemplo, si un Concejo tiene 10 escaños, que se autoricen 20 colectoras.
La advertencia que resume la sensación entre quienes se oponen a los cambios es demasiado coloquial: “para qué vamos a pegarnos un tiro en el pie”. Y así se lo transmitieron en la Casa de Gobierno al titular de la Cámara. Por eso, tras la reunión Jaldo-Acevedo los “proreforma” comenzaron a resignarse. Por lo pronto, Acevedo le enviará antes de que termine el mes a su compañero de fórmula un borrador con los cambios que podrían aplicarse en materia electoral, con la intención de que puedan abordarse en el recinto en el corto plazo. En el entorno del vice entienden que, después de tantos anuncios, el oficialismo debe ofrecer algo en concreto a la sociedad en la cuestión electoral. Prueba de que no cejará es la reunión que el viernes mantuvo con parlamentarios de bancadas aliadas y opositoras para analizar los próximos pasos.
El asunto es que, ingresados ya en la segunda mitad del mandato, todos comienzan a mirar a 2027 para cuidar la casilla del medio. Una cosa es que se experimenten innovaciones en una votación de diputados nacionales y otra muy diferente es hacerlo cuando está en riesgo la “casilla del medio”; es decir, intendencias y el Gobierno mismo. El altruismo, lógico, tiene un límite. El que marca la supervivencia.
Empoderado
En el oficialismo coinciden en que hay otro Jaldo después del medio millón de votos. Describen al gobernador como empoderado. La secuencia de estos días muestra esa postura dominante del mandatario. Reunión y foto con la senadora Beatriz Ávila y la inclusión del kirchnerista Javier Noguera a su bloque en Diputados.
También se habla de que Sandra Mendoza, que integra Unión por la Patria en el Senado, podría acercarse aún más al jaldismo. Alrededor de la famaillense responden que no hay reconfiguración al menos hasta el 10 de diciembre, aunque admiten que la relación con Jaldo se reencauzó con la unidad electoral y que “irán viendo” de ayudar a la Provincia desde la banca en la medida en que se pueda.

¿La “reformita” política dinamitará la convivencia entre Jaldo y Acevedo? Es difícil que esta disputa supere el estatus de guerra fría dentro de la fórmula de gobierno. Lo interesante es que esa tensión no se limita a los asuntos electorales. El ingreso del proyecto de Presupuesto también causó malestar en Muñecas y avenida Sarmiento. Básicamente, porque la iniciativa que envió el PE contempla una reducción de los fondos previstos para el Poder Legislativo.
Presentada en porcentajes, la tijera parece imperceptible: de 3,94% a 3,68%. Pero en la práctica puede interpretarse como un intento por limitar el margen de maniobra del vicegobernador y del sector peronista menos jaldista. Y no hay margen para revertirlo, porque en un contexto de rechazo social a los gastos de la política, no sería lógico que Acevedo retoque ese ajuste a la baja.
Hay un último tema -al menos por ahora- que pondrá a prueba la calma en el peronismo. Se trata del futuro político de la legisladora Sandra Figueroa, procesada por la Justicia federal por presunto lavado de activos. La ex intendenta de Alberdi pidió una licencia, pero el pedido concreto de la Casa de Gobierno es que la Cámara tome medidas disciplinarias directas, como la expulsión. Acevedo y otros referentes justicialistas nunca estuvieron de acuerdo siquiera con la intervención del municipio que ordenó Jaldo, por lo que este renovado reclamo reavivará las heridas.
Como se ve, en lugar de pacificar al peronismo, las elecciones de medio término dispararon varias luces amarillas en el tablero de comando oficialista. El desafío será evitar que se enciendan las rojas.














