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Los jóvenes ya no quieren auto, pero Tucumán no les da opciones

En España y otras partes de Europa, esta transformación es evidente. La juventud opta por sistemas de transporte público eficientes, bicicletas eléctricas, scooters, trenes metropolitanos y aplicaciones de carpooling. ¿Por qué endeudarse durante años para mantener un auto que se usa menos del 10% del tiempo, contamina y ocupa espacio público, si pueden moverse más barato, más rápido y sin preocupaciones?

Pero claro: eso es posible cuando el Estado garantiza un sistema de transporte público que funcione, que llegue a tiempo, que conecte barrios, que no sea un infierno diario. Ahí la libertad no depende de tener auto propio, sino de poder elegir cómo moverse.

En Tucumán, en cambio, el panorama es exactamente el opuesto. El transporte público no es un servicio, es un negocio. Uno manejado por unos pocos empresarios en connivencia con el poder político de turno, donde cada subsidio, cada aumento de boleto, cada conflicto gremial es parte de un entramado que nada tiene que ver con los usuarios.

Los colectivos no llegan a horario, las frecuencias son arbitrarias, las unidades están en mal estado, y las paradas no ofrecen ni la mínima seguridad. Ni hablar de la conectividad entre municipios o de pensar en nuevas formas de transporte como trenes urbanos o redes de ciclovías.

El resultado es una generación tucumana que quiere moverse mejor, pero no puede. Que no quiere un auto, pero termina deseándolo porque es la única manera de escaparse del colapso. Que se ilusiona con alternativas sostenibles, pero se topa con un sistema diseñado para beneficiar a unos pocos y condenar a la mayoría al hartazgo cotidiano.

Mientras en ciudades modernas la revolución es cultural, en Tucumán seguimos atados a un modelo de los años 80. El auto como salvación, el colectivo como castigo, el Estado como socio del problema.

Lo peor es que la transición ya está en marcha en el mundo. Las nuevas generaciones no solo están cambiando sus hábitos de consumo, sino también sus valores: priorizan el tiempo, el medio ambiente, el espacio compartido, la eficiencia. Y eso incluye una nueva idea de libertad: la de poder elegir cómo moverse, sin depender del auto ni del sistema que lo impone.

Tucumán tiene una oportunidad histórica para repensar su movilidad. Pero eso exige coraje político, transparencia y romper con los pactos de siempre. Porque si no se cambia la lógica de fondo, seguiremos atrapados en un sistema donde tener un auto no es un lujo, sino una necesidad desesperada.

Y eso, para los jóvenes de hoy, no es libertad. Es fracaso.

FUENTE:https://quediario.com.ar/2025/07/15/de-simbolo-de-libertad-a-lastre-urbano-los-jovenes-ya-no-quieren-auto-pero-tucuman-no-les-da-opciones/

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