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Feudos modernos, democracia en pausa: ¿Tucumán también juega este juego?

Con la pompa de una presentación internacional, expresidentes latinoamericanos, juristas y académicos reunidos en Buenos Aires levantaron un espejo incómodo frente al federalismo argentino: el informe “Argentina Feudal: cómo los caudillos provinciales socavan la democracia y el Estado de derecho”, elaborado por el periodista y consultor internacional Douglas Farah, no sólo diagnostica un problema. Lo grita.

El estudio identifica a Formosa, Chaco, Santiago del Estero y Catamarca como provincias donde la democracia ha sido reemplazada por algo más opaco: sistemas cerrados, personalistas, sin alternancia real, donde el poder judicial responde más a la política que a la ley, y las legislaturas son oficinas administrativas del gobernador de turno. Feudos, dice el informe. Estados paralelos bajo el disfraz institucional.

La pregunta se impone sola: ¿Tucumán está exento de esta lógica o simplemente espera su turno en la lista?

El silencio como política

En Tucumán no hay reelección indefinida, pero hay alternancia entre los mismos de siempre. No hay control del poder judicial, pero la Corte Suprema provincial tiene presidentes que parecen voceros del Ejecutivo. No hay censura oficial, pero la pauta es una forma de domesticar medios. No hay ley de acceso a la información pública, y nadie parece urgido por impulsarla.

No es necesario estar en el informe para encarnar sus síntomas.

La provincia atraviesa, en cámara lenta, un proceso de vaciamiento institucional sostenido, donde el poder se concentra, se esconde y se blinda. Hay legisladores con cargos vitalicios de facto, asesores fantasmas, presupuestos que no se debaten y un poder judicial que no incomoda. Todo eso con una naturalidad que asusta.

La democracia no es votar cada dos años

Farah y los exmandatarios que respaldaron el informe lo dicen con claridad: la democracia es mucho más que votar. Es transparenciaindependencia de poderesprensa librecontrol ciudadano. Y cuando eso se pierde, se puede seguir votando… pero ya no se elige.

Tucumán, como muchas otras provincias argentinas, no necesita un golpe institucional para dejar de ser democrática. Le basta con sostener el statu quo. Con administrar la pobreza, invisibilizar la corrupción, degradar la educación y mantener cautivos a los sectores más vulnerables con empleo público, subsidios o promesas. Es el autoritarismo de baja intensidad: no mata, pero asfixia.

¿Quién audita a los auditores?

Mientras el Fondo Monetario Internacional mide planillas, déficit fiscal y metas de ajuste, nadie le pone nota a la salud democrática de las provincias. Los pactos fiscales se negocian con gobernadores que manejan sus distritos como si fueran fincas personales. Nadie pregunta por las leyes que no se cumplen, los jueces que no fallan, las elecciones que no cambian nada.

Tucumán necesita una auditoría cívica. Una lupa ética sobre cómo se gobierna, quién decide, quién calla, quién cobra y a cambio de qué.

¿Feudo o república?

El informe Argentina Feudal no debería leerse como una denuncia aislada, sino como una advertencia continental. Cuando las instituciones se vacían y la democracia se reduce a una formalidad electoral, el sistema pierde sentido. Y la ciudadanía, herramientas para cambiar las cosas.

Hoy, Tucumán no figura en el índice de provincias feudales. Pero los síntomas están todos. La pregunta no es si estamos dentro. Es cuánto falta para que nos incluyan.

FUENTE; https://quediario.com.ar/2025/07/04/feudos-modernos-democracia-en-pausa-tucuman-tambien-juega-este-juego/

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