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Los nuevos «Machos de la casa»

El proceso de la nueva masculinidad. A menudo, la conversación sobre feminismo tiende a centrarse en las mujeres, en sus luchas y avances. Pero, ¿qué pasa con los varones en todo este proceso?

¿Qué significa para ellos la llegada de un cambio tan profundo en la sociedad? Durante siglos, la masculinidad ha sido entendida de una manera rígida: ser el proveedor, el líder, el inquebrantable. Un hombre no debe mostrar debilidad, ni vulnerabilidad, ni cuestionar su lugar en el mundo. Sin embargo, esas normas empiezan a resquebrajarse.

La cuestión no es simplemente “cómo ser un buen hombre” dentro del feminismo. Se trata de revisar la masculinidad misma. ¿Por qué tantos varones sienten miedo al ser cuestionados? ¿Por qué resulta tan difícil reconocer que la liberación de las mujeres podría también ser su liberación? La respuesta está en el modelo tradicional de masculinidad que se ha impuesto, que no solo ha restringido a las mujeres, sino también a los propios varones.

Mientras el mundo se reconfigura, ¿qué pasa con los varones? La respuesta es tan variada como compleja. Muchos se sienten desplazados, otros desorientados, y unos pocos, se atrincheran en una postura defensiva, sintiendo que todo este movimiento solo les trae desventajas.

Messi y la evolución de la masculinidad en el deporte

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Luciano Lutereau, psicoanalista y escritor argentino, ha trabajado en este campo de las nuevas masculinidades y ha sido claro al respecto: “El feminismo vino a salvar a los varones. Lo que hizo fue darles a los varones la oportunidad de dejar de ser lo que no querían ser”. Este concepto es crucial. Lutereau explica que, durante años, los hombres fueron educados en una cultura que les imponía roles rígidos, a menudo conflictivos con sus deseos y su libertad emocional. “El modelo tradicional de masculinidad es un modelo que oprime, que también impone normas sobre el cuerpo, sobre el deseo, sobre las emociones, sobre lo que significa ser varón”, agrega el psicoanalista. Y esa opresión, que parecía darles poder, al final los limita: no llorar, no pedir ayuda, siempre ser el proveedor, el líder, el que no muestra debilidad.

Ataque directo a los varones

Muchos varones sienten que la lucha feminista los margina. La idea de que el feminismo es un ataque directo a los varones sigue siendo una idea errónea y profundamente dañina. Lutereau afirma: “El feminismo no es un proyecto que se oponga a los hombres, sino que interroga sobre lo que implica ser hombre en una sociedad en la que, hasta ahora, eso estaba definido de forma autoritaria”.

«Los hombres no lloran»: el problema del silencio de la masculinidad

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El desafío, entonces, es dejar de entender el feminismo como una crítica destructiva hacia los varones y empezar a verlo como una liberación. Liberación de los mandatos que nos dicen que los hombres deben ser fuertes, agresivos, infalibles, fríos. Lutereau nos dice: “Los varones pueden comenzar a vivir una vida más libre si dejan de apegarse a esa figura tan rígida, tan monolítica, que les fue entregada”. Pero para eso es necesario un trabajo de desaprendizaje y de cuestionamiento.

Hace unas semanas Eial Moldavsky fue al programa “Sería Increíble” y, en tono de confesión, habló de una relación pasada con una mujer famosa. No la nombró, pero dio suficientes pistas para que en pocas horas las redes señalaran a Lali Espósito. El problema no fue solo lo que dijo, sino que expuso la intimidad de otra persona sin su consentimiento, en un espacio público.

No estaba solo en esa escena. En la mesa había otros conductores y una mujer –Nati Jota– que no advirtió el desliz en el momento. Su silencio fue leído como complicidad. La secuencia entera refleja algo más grande que un error individual: muestra cómo, incluso entre personas jóvenes, todavía estamos aprendiendo a habitar este nuevo marco donde el consentimiento no es solo sexual, sino también narrativo.

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El psicoanalista explica que muchos varones hoy viven en una especie de “intemperie subjetiva”: sin saber muy bien qué pueden, qué deben, qué ya no corresponde. No hubo intención de dañar, pero hubo daño. No hubo nombres, pero hubo identificación.

No hubo reacción inmediata, pero sí incomodidad colectiva. Y lo más potente es que esa incomodidad no necesitó de grandes discursos para emerger: fue advertida por la comunidad, de forma rápida, visceral. En horas, Eial fue cancelado en redes sociales con una contundencia que, para algunos, pareció excesiva. Pero esa reacción también revela una sensibilidad social nueva: la de no dejar pasar lo que antes se toleraba en silencio.

Eial pidió disculpas. Lo importante es lo que este episodio revela: que estamos en una transición. Que el consentimiento no es un detalle ni una corrección política, sino una forma de cuidado. Lutereau dice que la nueva masculinidad no es una meta, sino un proceso. No se trata de convertirse en un “varón deconstruido”, sino de asumir la incomodidad de no tener respuestas inmediatas. El silencio, a veces, no es cobardía. Es respeto.

Por Ale Casas Cau

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