
Los últimos comicios celebrados en distintas provincias argentinas y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires han mostrado un denominador común: el ausentismo electoral.
La gente está aparentemente desilusionada por el sistema, no se siente representada por los candidatos y no cree en la potencialidad transformadora del sufragio. Solo concurren a votar los fundamentalistas, aquellos que, de uno y otro lado del mostrador tienen una pertenencia política marcada e interesada, y los nostálgicos de la Democracia, ese sistema en el que depositaron tantos sueños, que tanto costó recuperar, y que hoy se asemeja a una parodia carente de representatividad social.
Cosa más grave aún, los partidos políticos han perdido su identidad y su utilidad. Su identidad, porque ya no se sabe que ideario defienden (ni por aproximación podemos adivinarlo), y su utilidad, porque ya no son la herramienta institucional apta para dirimir las diferencias ideológicas y el camino imprescindible para el acceso al poder.
El PRO, ese invento municipal de Mauricio Macri, extrapolado con éxito al ámbito nacional, representante claro de lo que otrora podíamos llamar el conservadurismo, o la derecha argentina, está en vías de desaparición. La Unión Cívica Radical, prostituida hasta el hartazgo a lo largo de sucesivos e inexplicables actos de entrega de sus banderas de antaño al mejor postor, es hoy una caricatura grotesca de sus años de esplendor, y sus dirigentes deambulan de un lado para otro buscando el cobijo que les permita asegurarse mínimas cuotas de un poder al que ya vislumbran imposible. Los liberales tradicionales, defensores a ultranza del respeto a la opinión ajena y enemigos del intervencionismo estatal en materia económica, con estupor, se han visto arrasados e insultados por la ola libertaria, que los sacó del mapa por la fuerza y que hasta les quitó su viejo reducto académico.
Solo el peronismo parece querer amagar algún tipo de anticuerpo para defenderse e intentar subsistir. Pero tambalea, y parece haber perdido su esencia y su geografía. Ya no es más el vínculo aceitado entre la clase trabajadora y la política. Sus principales dirigentes hace tiempo ya que miran casi de soslayo y con desprecio a los sindicalistas, cuya representatividad sectorial ha disminuido notablemente y huelen a pasado vetusto. A su vez los gremialistas desconfían de los políticos partidarios, y toda pirueta está ya consentida y tolerada. Moyano no se pone colorado y un día apoya a Macri para al día siguiente retornar con furia al kirchnerismo ortodoxo.
Dije que el peronismo ha perdido su esencia, porque ya no representa los sectores sociales que tradicionalmente representaba, o al menos estos se perciben huérfanos de esa representación. Y ha perdido su geografía, porque lo que antiguamente era un partido político tremendamente poderoso que extendía su supremacía en la mayor parte del territorio nacional, hoy está confinado a ser una estructura política que sobrevive tan solo en parte del conurbano bonaerense y en la conducción política cada vez menos precisa de algunos caudillos del Norte Argentino, y la provincia de La Pampa. Azotado por internas incomprensibles para el gran público, el peronismo bonaerense es el último bastión territorial significativo que sobrevive, hoy amenazado por la embestida libertaria fortificada por su salvaje absorción de los escombros del PRO y el sometimiento radical, todos unidos para enfrentarlo.
Así llegamos a las inmediaciones de las elecciones de medio término, donde la única fuerza política cohesionada, con ese pegamento afrodisíaco que solo el poder puede aportar, es La Libertad Avanza.
Milei y sus adictos avanzan a pie firme, unificando a su alrededor todo lo que antes era derecha, centro derecha, radicalismo, conservadurismo, y especialmente antiperonismo. En su camino va dejando un tendal de derechos magullados, de protecciones sociales desmanteladas, y sectores enteros de la economía real mal heridos, sin que nadie le salga al paso con propuestas diferentes. Su avance impetuoso se ve acompañado por la mansa resignación de los que ya no tienen esperanzas, porque no tienen ya en quién confiar.
El ejercicio del odio indiscriminado y sistemático ha demostrado ser excelente a la hora de amalgamar la tropa propia e intimidar a los adversarios.
Ese odio nuevo, inusitado y de maneras toscas y vulgares es copiado por propios y extraños expandiendo una aureola de insatisfacción y potenciando los rencores.
En ese hábitat social el mielísmo se mueve a sus anchas y cohesiona su base electoral, que no crece, pero que se solidifica y mantiene vivas sus expectativas de participación en los comicios. Tienen mucho por ganar. Un poder al que jamás soñaron acceder se les ha aparecido providencialmente y está a su alcance.
Quienes no compartimos el accionar gubernamental de Milei nos vemos hoy en figurillas al momento de decidir nuestro voto en las próximas elecciones. En muchos distritos cuesta muchísimo discernir por quién votar para expresar nuestro desacuerdo con las políticas oficiales derivadas de la presidencia de la Nación.
Con mucho dolor voy a exponer hoy el caso de Tucumán, mi provincia tan querida.
Como todos los territorios electorales, Tucumán tiene divididas sus preferencias entre aquellos que siguen apostando por Milei, y los que están en contra de su gestión.
Los que quieren apoyar al gobierno nacional tienen hoy un amplio y variado universo de opciones de voto. Pueden votar a Bussi, el originario socio de Milei, hoy un tanto relegado en las preferencias presidenciales, pero indudablemente identificado con sus postulados ideológicos. También pueden sufragar por el PRO, si es que subsiste como partido político. Todos sus dirigentes han acompañado todas y cada una de las iniciativas libertarias, y se comprometerán a continuar esa línea si llegaran a tener candidatos. El radicalismo, partido al medio, con disensos severos, ha aportado diputados nacionales, uno con adhesión plena, y el otro con pequeños actos de disidencia no estridente. Sus votos legislativos, a la hora de la verdad, irán sin dudas en favor de las propuestas oficiales nacionales.
Insólitamente el peronismo, que gobierna la provincia, instado por la conducción férrea del gobernador Osvaldo Jaldo ha emprendido también un viaje sin retorno hacia una sumisión absoluta a las políticas nacionales. Han sido y son los representantes tucumanos en el Congreso de la Nación que responden a Jaldo, los principales e incondicionales sostenedores de todas las posiciones de Milei.
O sea que, si alguien está de acuerdo con Milei, que vote tranquilo a los diputados de Jaldo, ellos no le van a fallar, van a acompañar siempre al Presidente, aunque se trate de normas que perjudican a los jubilados, a los docentes, a las universidades, y ayudarán a bloquear todo intento de investigación de la corrupción del caso $Libra. Y recibirán órdenes expresas de ausentarse y no dar quórum como hoy, cuando la Cámara se apresta a tratar temas como jubilaciones, discapacidad y emergencia sanitaria.
Esto no es una imputación ni un ataque, es simplemente una descripción de lo que ha sucedido y sigue sucediendo.
Conozco, soy amigo, y respeto profundamente a las personas que han actuado de esa manera siguiendo la decisión firme de su conductor natural, el Gobernador de la Provincia. No hay en mi ánimo la más mínima intención de criticar a nadie.
Sé, porque me han tocado vivir en mi experiencia personal múltiples situaciones complejas, que la realidad política fuerza muchas veces la adopción de posiciones políticas que no son las que uno quisiera, y con dolor he padecido más de una vez las presiones que se ejercen desde las conducciones en el ánimo genuino de intentar obtener contraprestaciones que mitiguen situaciones que se consideran podrían agravar la calidad de vida de nuestros representados. Entiendo también que las finanzas públicas obliguen en ocasiones a aceptar transacciones no queridas, pero todo tiene un tiempo y un límite. Cuando lo que debiera ser la excepción se transforma en la regla, es cuando tenemos que darnos cuenta que hemos cambiado de equipo. Ya no defendemos el concepto de la Justicia Social, ahora pertenecemos al bando de los que la destrozan. Ya no somos quienes supimos ser ni defendemos ni representamos a quienes decíamos representar. Los justicialistas tucumanos han pasado a ser un engranaje más de la diabólica maquinaria libertaria.
En tiempos macristas, el gobierno tucumano también hizo transacciones y acuerdos. Nuestros representantes votaron el pago a los fondos buitres e incluso aprobaron con su voto la reforma a la fórmula previsional propuesta por el macrismo. Nadie puede rasgarse las vestiduras. Pero todo tiene y debe tener límites. Ante la falta de respuesta, en aquel momento el peronismo tucumano adoptó una posición más combativa, y se transformó en el principal bastión partidario en el Norte Argentino. Los que votaban nuestros diputados sabían que votaban opositores a Macri, con alguna concesión excepcional, basada en alguna necesidad provincial concreta.
Hoy la situación es completamente diferente. Lo que parecía un acuerdo político, se ha transformado en sumisión genuflexa. Milei puede hacer y decir todas las barbaridades que quiera y nuestro gobernador no solo permanece en silencio, sino que cada vez es más explícito en su adhesión libertaria. De nuevo aquí, esto es un hecho, no una opinión de quien esto escribe.
No hay duda alguna de que Jaldo es hoy más mileísta que Bussi. Y sin dudas le es mucho más útil al Presidente que el hijo del ex militar.
Esta actitud del conductor del peronismo tucumano deja en profunda orfandad electoral a todos aquellos que nos oponemos a las políticas sociales, económicas y hasta a los malos modos de Javier Milei.
¿A quién votamos? ¿Quién nos garantiza que su llegada al Congreso de la Nación es un voto contra el gobierno nacional?
El candidato que elija Jaldo con toda seguridad que no lo hará. Al contrario, hoy en el Parlamento Nacional, a la hora del “poroteo”, los diputados jaldistas son para Milei más confiables que su propia tropa.
Según lo acordado con el Fondo Monetario Internacional, Argentina se ha comprometido a avanzar legislativamente con las políticas de ajuste en perjuicio de jubilados y trabajadores formales. Si no queremos, legítimamente, convalidar esos cercenamientos de derechos, no podemos votar los candidatos de Jaldo.
Ha transcurrido más de un año y medio de gestión y no ha habido ni una sola palabra, gesto o actitud del Gobernador que exprese disenso serio con los libertarios. Por el contrario, la asimilación de su mensaje con el del presidente es absoluta.
Y está en su derecho de actuar así. Pero que no diga que representa al justicialismo, no al menos a aquel partido cuya esencia era la defensa de los trabajadores, de los marginales y de los más desprotegidos.
En Octubre no votamos intendentes, concejales, legisladores ni gobernador en la provincia de Tucumán. Solo votamos diputados nacionales. Y es lógico que el amplio sector de personas que no concuerdan con Milei quieran tener la opción de un candidato que represente fidedignamente lo que ellos piensan.
Osvaldo Jaldo va a apostar a su propio prestigio personal para tratar de salvar la elección intermedia. Su imagen positiva es importante, y se sostiene evidentemente en la combinación ideal de su carácter de conductor del partido gobernante, con el manejo del aparato electoral que ello implica y con todo el poder del Estado. A ello se suma la buena mirada que sobre él proyectan de momento los sectores más conservadores de la sociedad tucumana, muy contentos por su adhesión explícita y sumisa a Javier Milei. Con inteligencia entiende que esa imagen positiva no necesariamente son votos, y necesita cohesionar detrás de sí la tropa propia. Para ello tiene que asfixiar toda disidencia. Y la mejor manera de hacerlo es propiciando una tramposa elección interna dentro del Partido Justicialista. Atrae como moscas a la miel a sus adversarios internos, los invita a dirimir diferencias dentro del partido, los convoca bajo la atractiva consigna de la unidad partidaria y sabe, con precisión matemática, que el poderoso aparato estatal que maneja le asegura un triunfo rotundo.
De esta manera quienes acepten el convite, le siguen el juego, y, so pretexto de la unidad, terminan legitimando una lista peronista manejada por Jaldo en beneficio de Milei. No hay que aceptarle esa estrategia, quienes lo hagan no lo estarán enfrentando, lo estarán legitimando.
Con todo el dolor del alma sostengo que todo aquel que quiera representar al antimileísmo en Tucumán deberá hacerlo por afuera de la estructura orgánica del Partido Justicialista.
SI JALDO Y EL PJ TUCUMANO SON MILEI, NOSOTROS NO TENEMOS QUE VOTAR NI A JALDO NI AL PJ TUCUMANO.

Las internas se realizan entre quienes sostienen ideas parecidas con matices diferenciadores. Opinamos parecido pero tenemos distintas estrategias. Sirven para dirimir liderazgos entre personas de una misma identidad política o un ideario semejante. Por eso los antimileístas no podemos participar de una interna mileísta. Sería en todo caso más genuino que Jaldo, así como invitó a Germán Alfaro a sumarse, o tiene como Fiscal de Estado a la defensora acérrima del General Bussi, Gilda Pedicone, haga un nuevo esfuerzo de apertura e invite a Catalán, a Bussi, al PRO y a los radicales a participar en una histórica interna provincial de todos los militantes activos del mileísmo libertario.
Sé que mi comentario tiene aroma a sarcasmo, pero su hondura conceptual es irrebatible, por mucho que nos duela.
Soy de aquellos que he visto en primera persona y en primera fila las decisiones del Gobernador y que, con mi silencio las consentí, a pesar de haber expresado en privado mis diferencia, pero acatando la conducción política que solo él puede, en razón de su cargo, ejercer. Pero el tiempo ha transcurrido y el avasallamiento de derechos de Milei y su gente ha alcanzado magnitudes abominables que ningún hombre de bien debería poder consentir.
La crueldad deliberada del Presidente, su falta de respeto a las instituciones de la República, su desprecio al rol del Congreso de la Nación, sus insolencias y agravios proferidos en todo momento y contra todos, su ataque persistente y perverso contra los jubilados, a los que no vacila en reprimir con violencia por cometer el pecado de expresarse solicitando una mejoría de sus ingresos, el vergonzoso acto de endeudamiento masivo e indiscriminado con el Fondo Monetario Internacional comprometiendo el futuro de generaciones de argentinos, sus ataques brutales contra la libertad de expresión, la represión a los actores agrupados en defensa de sus derechos, su caracterización despreciativa de personas de la cultura y el arte popular como Ricardo Darín y Lali Espósito, la desfinanciación sistemática de las universidades públicas, son solo un rosario meramente enunciativo de las razones por las que, muchos como quien esto escribe, se cansaron de contemplar en silencio el panorama.

“No me callo más” fue el título de mi primera nota en esta plataforma. La noticia de la negativa feroz del gobierno a suministrar remedios oncológicos o paliativos para enfermos terminales o graves, a pesar de la existencia de un fallo judicial que les obligaba a ello, fue la gota que rebalsó el vaso. Ya mis silencios iniciales incurrían en la pecaminosa actitud de complicidad por omisión. Y decidí abandonar toda función pública para decir en libertad lo que pienso. Ni un solo día ha transcurrido sin que sintiera una enorme satisfacción por la decisión adoptada. Al contrario, jornada tras jornada los hechos ratifican el camino que he emprendido.
Ian Moche es un niño autista de 12 años de edad. Una sorprendente inteligencia, portentosa para sus escasos años de vida, le caracteriza. Consciente de los padecimientos a los que su enfermedad condena a chicos como él y otros cuyos casos son mucho más graves y condicionantes, dedica parte fundamental de su vida a la lucha por los derechos de los discapacitados. En el marco de su militancia social se ha entrevistado con numerosas personalidades públicas, procurando con ello poner a la vista del gran público sus objetivos. Almorzó con Juana Viale, lo entrevistó Eduardo Feinman, y se reunió con Horacio Rodríguez Larreta, Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa entre otros. Como parte de sus esfuerzos mantuvo reuniones con los sucesivos titulares de la Agencia Nacional de la Discapacidad, el último con Diego Spagnuolo, abogado personal de Javier Milei. Junto a su madre fueron a plantearles sus inquietudes en defensa del colectivo que pretende representar. No les fué bien. El periodista Paulino Rodríguez de La Nación+ los entrevistó y el niño se quebró al contar que el funcionario les habría dicho que “si vos tuviste un hijo con discapacidad, es problema de la familia, no del Estado”, para rematar diciendo: “¿Por qué yo tengo que pagar peaje y vos no?”. Ian se largó a llorar y no pudo terminar la entrevista.
La reacción de Milei fue destemplada y cruel. Con ferocidad mandó a sus troles a insultar al periodista, a la madre y al niño. Personalmente abandonó sus tareas presidenciales para tuitear en contra del niño por su presunta filiación kirchnerista. Una vergüenza total. Disparar su odio contra un niño de 12 años con trastorno del espectro autista, que lo único que quiere es defender los derechos de la discapacidad, supera los límites del asombro. No se puede seguir a un líder moralmente inadaptado, porque esa adhesión, lo quieras o no, implica la aceptación y aval de sus conductas perniciosas.

En paralelo a este itinerario “odiador”, el gobierno inició una campaña de desprestigio contra el Hospital Garrahan y todo su personal médico y administrativo. Habiendo estado a cargo de la Representación Oficial de la Provincia de Tucumán en Buenos Aires he tenido que interactuar muy activamente con el personal y las autoridades del Hospital. He quedado conmovido ante la monumental contribución a la salud que esta institución señera realiza desde hace muchísimo tiempo. En particular con pacientes de enfermedades complejas provenientes del interior del país. Es tan importante y esencial esa vinculación, que CONFEDRO la agrupación que congrega a todos los representantes de provincias mantiene reuniones habituales para perfeccionar el vínculo, y buena parte de nuestro trabajo consistía en atender la necesidades de esos enfermos derivados desde nuestras jurisdicciones provinciales.
Cuando empezó el ataque al Garrahan, pensé que iba a haber una fuerte réplica en su defensa de parte de los gobernadores provinciales. Aparentemente no pasó nada y nadie dijo nada, o al menos yo no tuve acceso a una información en contrario. Una pena, de nuevo aquí un silencio cómplice con el desguace del sistema de salud pública que se realiza a ojos vistas y con mentiras flagrantes, echando de paso un manto de sospecha respecto de los trabajadores y profesionales del Hospital.
Estos hechos nuevos ya no asombran. Duelen, pero no sorprenden. Nos hemos habituado a consentir mansamente todo lo que Milei hace. Y lo hacemos resignados ya que quienes elegimos para que nos representen y defiendan están más sometidos que nunca.
El caso de Tucumán es paradigmático de una obsecuencia que también se registra en otros territorios, aunque con menor grado de visibilidad u obscenidad en su exhibición. Pero lo que no saben los colaboracionistas es que Milei es un pésimo pagador. De hecho nadie alcanza a entender (salvo en el caso de Misiones, puntera en el listado de provincias beneficiadas con Aportes del Tesoro Nacional), cual es el “negocio” escondido detrás de una adhesión tan sumisa. Nadie nota las ventajas de un trato preferencial obtenido en el toma y daca de la política. Milei no ha pagado la traición y se jacta de ello.
Pero es aún más cruel. Lo ha demostrado en la Capital Federal. Mauricio Macri fue actor principal de su acceso a la Presidencia al enviar toda su tropa a apoyarlo en el ballotage. Sus parlamentarios fueron en todo momento, y sin retaceos, los principales adalides del mileísmo en el Congreso de la Nación. Sin su aporte imprescindible la Ley Bases no hubiera visto la luz, y los Decretos de Necesidad y Urgencia con los que Milei apalancó su gestión hubieran sido volteados. Sus gestos de colaboración fueron replicados con desprecio, y el poder de fuego del Estado y los troles se utilizó despiadadamente en su contra para arrinconarlo y aniquilarlo políticamente. La Libertad Avanza va por todo. No quiere réplicas, busca originales. Adorni se encargó de personalizar la embestida y llevó la motosierra a la sede central del gobierno capitalino. Jorge Macri no solo fue derrotado, Milei se encargó de humillarlo, de despreciarlo, de escupirlo como a un perro. La negativa a saludarlo en el Te Deum fue la exhibición impúdica del desdén que siente el Presidente por quienes aspiran a ser sus aliados y no sus súbditos.
Mucho me temo que en Tucumán pueda pasar lo mismo. Ya la motosierra ha hecho su simbólica aparición de la mano de Lisandro Catalán, Vicejefe de Gobierno de la Nación, uno de los confidentes habituales de Osvaldo Jaldo. Macri no pudo diferenciarse de Milei y la gente de ese sector terminó eligiendo el original, abandonando sin prurito la copia.
Es probable, nadie tiene la bola de cristal, que los que piensan como Milei no voten los candidatos de Osvaldo Jaldo, prefiriendo votar a Catalán y abriendo las puertas al sueño opositor de construir una opción electoral que les permita desbancar al justicialismo encaramado al poder provincial desde el año 1999. Al fin y al cabo, algún día, todos los ciclos terminan.
Jaldo ante la amenaza que vislumbra, empieza a convocar un nuevo ejército causando aún más extrañeza en sus propias filas. Incorpora a su gobierno a ultrakirchneristas de la Cámpora como Marcelo Santillán, a “manzuristas” como Andrés Galván y a adversarios inconciliables del peronismo local como Germán Alfaro. Hay que hacer un rejunte para afrontar las próximas elecciones de medio término. Habla ahora de unidad y aspira a convocar a los que él mismo excluyera. Cuenta a su favor con el aparato estatal, magnífica plataforma dispensadora de cargos y favores, pero no sé sinceramente si eso alcanzará.
Las próximas elecciones son la primera experiencia del sistema de boleta única en nuestra provincia. El aparato pierde parte de su eficacia. El acarreo de votantes y de votos se dificulta. El elector ingresará a solas en un cuarto oscuro con una sola boleta y un puñado de fotografías para intentar decidir con cual persona se identifica más. Es algo nuevo e impredecible.
Es una elección nacional que Jaldo desesperadamente intentará provincializar. Pero desde la tribuna le dirán que Jaldo es sinónimo de Milei. Que quien no esté de acuerdo con Milei no puede votar a Jaldo. Es un dilema de hierro. Y la gente de Milei tiene una saturación de oferta electoral para seleccionar.
Es imperativo, para quienes pensamos que hay que poner freno a la autocracia que pretende imponer Milei, que seamos capaces de estructurar una alternativa electoral simple, con un mensaje claro y contundente #CONTRA MILEI.
En distintas apariciones públicas vengo manifestando con voz queda, pero con firmeza, que si ese espacio no aparece y se conforma con transparencia y contundencia, voy a asumir en forma personal el compromiso quijotesco de ser candidato a Diputado Nacional.
No me inspira una aspiración personal, la vida me ha dado la oportunidad de acceder a demasiados espacios de poder. Tampoco me mueve una especulación política, un cálculo de esos que son tan propicios los que participan de este quehacer. Es tan solo mi motor motivacional el fuerte rechazo que siento contra una embestida de la irracionalidad y la falta de respeto a las instituciones que conlleva toda adhesión a las políticas de Milei. La política de tierra arrasada del presidente en su infatigable búsqueda de una perfección macroeconómica que se olvida del ser humano y de la economía real, acentuando las desigualdades sociales, es algo que quiero combatir desde el lugar que me toque.
Hoy lo hago desde la insignificancia de estas columnas semanales, y, si las circunstancias lo exigen, iré con todo mi coraje, pueblo por pueblo de mi Tucumán querido intentando captar las voluntades de aquellos que hoy se sienten marginados por las políticas nacionales. Sinceramente espero que otra opción más joven y entusiasta me releve de tamaña tarea, pero debe hacerlo con contundencia, sin prestarse al juego tramposo de una elección interna que legitima a Jaldo y elimina el carácter diferencial, distintivo y combativo que debiera tener nuestra propuesta.
Las causas nobles requieren coraje y esfuerzo. Solo hablando con claridad y militando al lado de la gente podremos recuperar una parte de la mística perdida. Con esa actitud quizás, solo quizás, podremos mirar a nuestros representados directamente a los ojos sin sentir vergüenza.
PD: Después de haber editado este texto, me confirmaron la agradable buena nueva de que nuestros Diputados Nacionales anoche acompañaron al bloque de Unión por la Patria y votaron la propuesta de incremento de la remuneración jubilatoria. El hecho confirma que a Jaldo le está “cayendo la ficha” de que su colaboracionismo ha sido mal pagado y está queriendo volver a las fuentes…ojalá que así sea. Solo los hechos podrán confirmar los extraños giros de la política.